martes, 24 de noviembre de 2009

viernes, 6 de noviembre de 2009

El Curupí

El Curupí es un personaje de la mitología Misionera. Se lo representa como un ser de baja estatura pero fornido, tiene mucho bigote y, según cuentan algunos, anda en cuatro pies.Otra descripción lo muestra como un enano robusto cuyos pies están en dirección opuesta a la normal, es decir, miran hacia atrás, por lo que al momento de andar y más que nada, de trepar, el Curupí tiene muchas dificultades.La zona en la que encontramos al Curupí es en el monte, y más presisamente a la hora de la siesta. Este ser persigue más que nada a mujeres que andan por el monte en busca de leña. Con sólo verlo, las mismas se vuelven locas, ya que su fealdad es realmente una razón para temerle. Algunos lugareños dicen que el cuerpo del Curupí es una sola pieza, sin ninguna coyuntura, por ende la mejor forma de evitar caer como su presa, es treparse en un árbol, ya que él no puede subir.Los guaraníes han usado el mito del Curupí para mantener a las mujeres lejos de los peligros de la selva y el rapto, y en algunos casos, es a quien se le atribuye, como en tantas otras mitologías y leyendas, los embarazos sin explicación.

El Yasy Yateré


El Yasy Yateré suele ser representado como un enano o un niño pequeño, desnudo, hermoso, de cabellos dorados, (en algunas variantes barbudo), con un sombrero de paja y un bastón de oro donde residen sus poderes mágicos.
Suele recorrer el monte a la hora de la siesta, atrayendo a los niños con un silbido hipnótico que imita al de un ave. Se dice que aparece sobre todo durante la época del avatiky (cosecha del choclo o maíz tierno) que gusta comer.
El Yasy Yateré se vale de su silbido o de su bastón mágico para atraer a los niños, a los que rapta. Los lleva al monte donde los retiene un tiempo para jugar con ellos y alimentarlos con miel y frutas. Luego los abandona o los deja enredados en ysypo (liana).
Antes de abandonarlos, el Yasy Yateré los lame o los besa, dejándolos tontos o idiotas (tavy: akã tavy), mudos (ñe' engu) o sordomudos. Sin embargo, éstos se recuperan después de un cierto tiempo. En algunas zonas se cree que al cumplirse un año del rapto, el niño tiene un "ataque" con convulsiones (epilepsia).
En otras versiones, si el Yasy Yateré se cansa del niño, puede llevarlo al río donde lo ahoga.
Una forma de volver inofensivo a este personaje es quitándole su bastón dorado, sin el cual se carece de poderes. Entonces el Yasy se pone a llorar como un niño pequeño. Para conseguir esto, basta con embriagarlo con caña (aguardiente), bebida a la que es muy aficionado.
Otra forma de congraciarse con él es ofreciéndole pencas de tabaco, que se dejan en zonas aledañas a la casa o bien en los caminos de entrada al monte.
En la versión de Rosicrán de la mitología guaraní, Yasy Yateré es el cuarto hijo de Taú (espíritu del mal) y de Keraná (diosa del sueño).
Este mito es usado por las madres, sobre todo en áreas rurales, para evitar que los niños se alejen de sus casas a la hora de la siesta (obligada en estos sitios por las elevadas temperaturas).
"Yasy-Yateré el que se oye pero no se ve" ese conocido dicho se refiere a que el Yasy es invisible para todos excepto los niños muy pequeños, y se oye por el ruido con que los atrae.
También se dice que el Yasy tiene los pies al revés, asi alguien al ver sus pisadas cree que era una persona que se estaba yendo, y no el Yasy que estaba llegando al pueblo.

El Lobizon

Si nacían 7 hijos varones, seguidos, el último sería maldito, transformándose en lobo o perro los días viernes a la medianoche. Si el séptimo hijo era mujer, esta sería bruja. En estas fabulaciones, que llegaron a nuestros días con pocas variantes, Dios castigaba a los transgresores de la regla, condenándolos a sufrir horrendos castigos.

Dicen nuestros paisanos, que el hombre lobisón, los días sábado tiene apariencia macilenta, que sufre fuertes dolores de estómago, que su olor es insoportable. Es que el viernes a la noche vagó por los basurales, se revolcó en las osamentas, comió carne podrida, engulló algún niño sin bautizar, y atacó a cuanto caminante encontró, largando fuego por los ojos y la boca. Los que afirman haberlo visto en mi provincia, dicen que es un perro negro, grande, sin cabeza, o si la tiene luce una oreja cortita y una larga hasta el piso, que arrastra cadenas. Produce tanto terror su presencia, que los perros gimen y se esconden al solo olfatear su presencia. Los lugareños cuidan que el Lobisón no pase entre sus piernas, porque de esa manera, les transfiere la maldición. No debe atacarse al Lobisón, porque no muere, y luego la venganza es terrible. La única manera de eliminarlo es utilizar una bala bendecida, o hacerle una muesca en forma de cruz en la punta.

En las pequeñas poblaciones, cuando una persona es rechazada socialmente, se le endilga la maldición de ser Lobisón. Esto es causa de marginación sin vueltas. Las incontables historias acerca de este ser maldito, dicen por ejemplo que al momento de transformarse, el hombre siente fuertes dolores de estómago, comienza a revolcarse dando siete vueltas al derecho y siete vueltas al revés. Mientras va girando sobre su cuerpo reza de ida 7 credos al derecho y al volver 7 credos al revés. Luego sale a atacar, primero a sus enemigos y luego al que encuentra. La reacción de los pobladores ha sido tan violenta en el pasado, que llegó a lincharse a personas inocentes. Para frenar esa paranoia, en nuestro país se estableció el padrinazgo presidencial de todo séptimo hijo.